Abel Vicente Coco Pereyra es de Diamante y lleva 50 años en la pesca. Una actividad que sostiene a muchas familias. Es una forma de vivir que se transmite entre generaciones guiada por la sabiduría y el respeto al río
Por Gastón Emanuel Andino
Abel Vicente Pereyra de apodo “Coco” es un pescador de la ciudad de Diamante, tiene 59 años y habita a unos metros de la costa Punta Gorda junto a su esposa e hijos. Se dedica a la pesca desde hace 50 años y vivió mucho tiempo en la zona de Puerto Viejo. Desde los 9 o 10 años más o menos empieza a irse a las islas y a recorrer lugares de la provincia de Entre Ríos como el “Río pavón”, “Las Lechiguanas” el “Río Uruguay” entre otros. Se dedica a la pesca con anzuelo y trasmallo. Comienza a incursionarse en este trabajo junto a uno de sus hermanos mayores y su padre; pasado un tiempo, realiza la tarea solo con su hermano y hasta el día de hoy van juntos a pescar. Coco tiene cuatro hermanos, todos pescadores y a veces se van de campamento a alguna isla y trabajan cada uno por su cuenta, pero manteniéndose siempre en un mismo lugar.
La pesca tiene sus temporadas, hay épocas en las que se gana y otras en las que directamente solo se cubren gastos básicos. Hoy en día el río está bajo y, si bien salen algunos pescados, al acercarse la temporada de invierno, la situación comienza a ponerse crítica para estos trabajadores. Las sequías, con el correr de los años son cada vez más grandes, sumado a que en este momento el pescado que andaba ya se pescó y no es posible que ciertas especies puedan seguir reproduciéndose. Las etapas varían según la época del año y el momento de reproducción de cada especie. El pescado en esta época tiende a irse hacia las lagunas que forman los brazos del río Paraná, entonces hay que acarriarlo desde allí hacia el río, lo que les demanda un doble esfuerzo en el trabajo. En cambio, en verano hay muchas más posibilidades de pescar debido a que las condiciones climáticas favorecen la reproducción de una gran variedad de especies, además el pescado se alimenta mejor.
Algunas de las especies que habitan el río Paraná son: el patí (también sale en invierno); el manduvé; surubí y dorado. Con el frío, la mayoría de estas especies buscan la profundidad y permanecen allí. Por otro lado, hay algunas como el sábalo que se está perdiendo, cuando antes era la que más abundaba. Las grandes bajantes de agua han ocasionado que disminuya su número. Cuando el río crece y desborda los campos el sábalo se va hacia estos lugares y permanece entre los yuyos para poder desobar. Hoy, al encontrase con condiciones desfavorables por las bajantes, lamentablemente se enciende la alerta de esta especie y provoca que los pocos que quedan migren hacia el río Uruguay.
Coco cuenta con herramientas de pesca, algunas de ellas para trabajar durante la temporada de verano y otras en invierno. En verano trabaja con anzuelo, particularmente con espineles, y utiliza carnadas como banderitas (es una especie de pescado), mojarra, lombriz, areneros. En cambio, en invierno usa otras como: morenitas y cascarudos, y se pescan especies como amarillos, moncholos, patíes. El frío provoca que el pescado no coma, ya que al irse al fondo del río permanece y sobrevive con las reservas de grasa que ha acumulado hasta ese momento. La temporada entonces determina el tipo de carnada que se debe utilizar y, además, otro de los desafíos que presenta la captura de estas especies es que prefieren un tipo de carnada en particular en una época, otra en otra y así sucesivamente. Al cambiar de carnada aumentan las probabilidades de que la pesca sea mejor ya que, el pescado puede durar comiendo el mismo tipo de carnada aproximadamente 20 días o un mes. Un día, hace más o menos unos 25 años atrás, Coco pesca una raya de 100 kilogramos y logran sacarla entre siete pescadores que se encuentran con él en ese momento. En ese tiempo no había teléfonos ni cámaras que registraran lo sucedido, pero el recuerdo perdura en él con la misma emoción de ese día.
Uno de los lugares de preferencia de este pescador diamantino es la zona del Gualeguay, pero además se mueve por otras partes como San Lorenzo, Victoria, Río Ibicuy, Villa Paranacito y partes del Río Uruguay que habitan las costas del lado argentino.

Algunas veces el agua le ha jugado malas pasadas y ha tenido que enfrentarse al desafío de permanecer a flote. “El río no es un lugar para cualquiera”, dice y agrega: “Hoy en día miro al río con respeto”; frases que de alguna manera invitan a la comunidad de pescadores y a aquellos que recién comienzan a tomar conciencia de los peligros que deparan las turbulencias del río. La pesca es un trabajo que muchas veces pone en riesgo la vida de estos trabajadores y pone en riesgo a su vez herramientas de alto costo que se vuelven muy difícil de poder recuperar. A Coco le tocó atravesar una situación difícil ya que hace poco tiempo logró recuperarse de unos inconvenientes en cuanto a su salud, a su vez recuerda un día, a sus 11 años, cuando y el río les dio vuelta la canoa: se encontraba con uno de sus primos en una laguna y unos familiares que estaban cerca del lugar lograron salvarlos justo a tiempo. Cuenta que era un día de mucha tormenta en el que justo habían salido a levantar el trasmallo, el viento sopló con fuerza desde el lado sur y ellos, al ser gurises, se llevaron un gran susto ya que tuvieron que aguantar alrededor de 40 minutos a flote en el agua con la lancha dada vuelta. Por suerte esos familiares se encontraban cercanos al lugar armando el campamento y lograron llegar a tiempo para auxiliarlos.
Vemos a los chicos de hoy en día bastante encaminados ya que los padres, los tíos y más que nada los abuelos van guiando, sugiriendo, recomendando y transmitiendo a su vez la importancia de manejarse con respeto hacia el río, teniendo en cuenta y recordando, algunas veces, experiencias que han dejado grandes aprendizajes luego de haber implicado todo un desafío de vida. Esto permite que el riesgo de largarse en días de tormenta disminuya y se acoten también las probabilidades de que ocurran accidentes en el agua. El estar atento a la variación del clima y sobre todo aprender a ser pacientes cobran un lugar de suma importancia en esta labor, y eso es algo que, al parecer, hoy en día solemos perder permanentemente.

En cuanto a aquello que tiene que ver con las tradiciones y las costumbres, la pesca en esta familia viene de generaciones pasadas y se convierte en una práctica que trasciende y llega hasta primos, tíos y hermanos. La mayoría de ellos viajan, se instalan en diferentes islas y permanecen algunos días trabajando de la pesca. En Semana Santa la familia de Coco se reúne a comer pescado y a compartir el momento juntos. Como un trabajo diario y como una actividad, la pesca es una práctica familiar que atraviesa las generaciones de esta familia diamantina que le dona al río su mirada de respeto y agradece cada día lo que éste les provee.
La experiencia de la gente que se dedica hace muchos años a pescar pareciera constituir una suerte de instinto particular en cuanto a poder localizar, por ejemplo, un cardumen en determinado río, laguna, estanque. Saber calar una malla (trasmallo), colocar un espinel, utilizar determinados tipos de carnadas, leer la reacción de un pescado al salir del agua, son habilidades que se adquieren a lo largo del tiempo y forman parte de la experiencia de cada pescador que, gracias a la paciencia y la mirada atenta puesta en sus presas, logran aprenden nuevas técnicas que posteriormente son transmitidas a generaciones siguientes. El coleteo del sábalo nos indica que el pescado busca irse, al no contar con el espacio suficiente para nadar, forman pequeñas marejadas sobre la superficie del agua y nos indica que probablemente allí se encuentra un cardumen. En cambio, cuando las mojarras y los areneros vienen arribando hacia lo playo, otros pescados como el surubí atropellan sobre las costas para alimentarse, la manera entonces que adopta el pescado de moverse hacia su alimento nos indica si vamos a encontrarnos con poca o gran cantidad de presas.
Poder lograr aquello que los pescadores consideran una buena pesca va a depender de la temporada del año en la que se encuentren. La pesca, además, es un trabajo que implica una gran cantidad de gastos que son destinados a combustible, mercadería, equipo de pesca (anzuelos, hilos, pinzas, tanzas, etc), elementos para acampar, entre otros. A veces dos días de trabajo alcanzan para cubrir solo los gastos, esto les demanda permanecer en las islas entre cuatro días a una semana. Muchas veces optan por irse hacia otras aguas para poder incrementar, de esta manera, la cantidad de pesca.

Hoy, las aguas del río son manipuladas por las grandes represas, el cierre de éstas han provocado que muchas de las lagunas y arroyos en los que antes se pescaba ya no existan y los trabajadores se encuentran con la tarea de migrar hacia otros lugares. Sin dudas esto les conlleva el doble de gastos además del esfuerzo. Que el agua baje amenaza, no solo el trabajo de estas personas, sino que también pone en peligro muchas de las especies que habitan el río Paraná. Dónde antes el cielo se espejaba, ahora solo hay yuyos, sauces y sequía.
En lo que respecta a otros pescadores locales que habitan sobre las costas y otras partes de la ciudad de Diamante, mantienen una comunicación habitual y buen diálogo entre sí. Sin dudas cada familia y cada grupo de pescadores tienen historias de vida y anécdotas para contar. Coco además tiene conocidos que pertenecen a otras partes de Entre Ríos y le permite a su vez poder ampliar su círculo y red de conocidos que comparten el mismo trabajo. Al viajar hace tanto tiempo e ir conociendo diferentes partes va también forjando lazos con mucha gente, más precisamente en Gualeguay y Victoria. Algunas veces se juntan a comer carne con cuero y celebrar algún cumpleaños o encuentro especial.

